lunes, 19 de septiembre de 2011

Pide a Brasil, Sudáfrica e India que ayuden a detener el derramamiento de sangre en Siria


El cadáver de Sakher Hallak, médico de 43 años de Alepo, apareció en una cuneta días después de su detención el pasado 25 de mayo. Su cuerpo presentaba fracturas de costillas y tenía rotos un brazo y varios dedos. Además, le habían sacado los ojos y mutilado los genitales. Las autoridades dijeron que Sakher Hallak nunca había sido detenido y que su muerte fue un acto criminal que sería investigado.

El caso del doctor Hallak es tan solo una de al menos 88 muertes bajo custodia registradas en Siria entre abril y mediados de agosto y que simbolizan el desprecio de las autoridades por la vida. La mayoría de las víctimas eran personas detenidas por su participación en manifestaciones en demanda de reformas. En muchos de los casos hay señales de tortura: quemaduras, contusiones, cortes...

Más de 1.800 personas han perdido la vida en Siria desde que comenzaron la protestas. Miles más han sido detenidas, muchas en régimen de incomunicación en lugares desconocidos, donde están expuestas a sufrir tortura o a morir. Esta represión parece formar parte de ataques generalizados y sistemáticos contra la población civil, lo que podría constituir crímenes contra la humanidad. Dado que las autoridades sirias no han hecho nada por respetar los derechos humanos, es necesario que la comunidad internacional exija a Siria detener el baño de sangre.

Hasta ahora, la respuesta del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha sido totalmente inadecuada, pero aún no es tarde para que se tomen medidas firmes y jurídicamente vinculantes. Una de estas medidas puede ser la adopción de una Resolución que remita la situación de Siria a la Corte Penal Internacional, que imponga un embargo de armas al país y que congele los activos del presidente Bachar al Asad y sus principales colaboradores.

Brasil, Sudáfrica e India, tres de los seis miembros del Consejo de Seguridad que se han opuesto a medidas más duras, enviaron en agosto una delegación conjunta a Siria para interceder ante las autoridades. Ésto indica su creciente preocupación por la situación en el país pero no es suficiente. Un mero llamamiento diplomático a las autoridades sirias para que pongan fin a la violencia constante contra la población civil no está a la altura de lo que la situación exige.

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