miércoles, 15 de junio de 2011

Ralco: ¿ Represa o Pobreza ?


Desde hace varios años la Iglesia Católica destina el último domingo de cada mes de agosto a un Día de Oración por los Pueblos Indígenas. Fue instaurado como una manera de estar en comunión con la realidad, las necesidades e intereses de los Pueblos Indígenas de Chile.

Previamente, en 1979, los Obispos del sur de Chile difundieron una Carta Pastoral denominada "Evangelización del Pueblo Mapuche", en donde la Iglesia distinguió claramente el concepto de Nación y de Pueblo. A juicio de los Obispos, dentro del concepto de Nación pueden integrarse perfectamente varios Pueblos.

Los Obispos reconocieron en su documento pastoral la existencia de los Pueblos Indígenas, de sus valores y cultura. Catorce años después lo haría el Congreso Nacional en términos formales, al aprobar la ley 19.253 de Pueblos Indígenas en octubre de 1993.

En el documento pastoral, la Iglesia propició la integración de las culturas indígenas, conservando y respetando su idiosincrasia como Pueblos, aclarando además que no es lo mismo integración que absorción o asimilación.

El Papa Juan Pablo II, en 1987, en su visita a Chile, diría en esa ocasión que "la cultura de un Pueblo es el modo particular como los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, de modo que puedan llegara un nivel de vida verdadera y plenamente humano".

Este tema fue reiterado por Juan Pablo II en diversos encuentros en el país. En su discurso a los Constructores de la Sociedad, en la Universidad Católica de Chile, el 3 de abril de 1987 diría que "el estilo de vida común que caracteriza a un Pueblo y que comprende la totalidad de su vida está formado por el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan; las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran; es decir las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social. En una palabra, la cultura es, pues, la vida de un Pueblo".

El magisterio de la Iglesia contemporánea, en su referencia al tema indígena, es extremadamente enriquecedor. Sólo bajo el Pontificado de Juan Pablo II ha sido posible conocer diversas Cartas Pastorales y Mensajes que el Santo Padre ha compartido en terreno, en forma directa, con los representantes de diversas etnias del mundo y de América Latina. En julio de 1980, visitó Manaos en Brasil. En dicha oportunidad el Papa envió un mensaje a los poderes públicos y señaló:

"Confío a los poderes públicos y a otros responsables los votos que, en este encuentro con vosotros, hago de todo corazón en nombre del Señor; que a vosotros, cuyos antepasados fueron los primeros habitantes de esta tierra, al tener sobre ella un esencial derecho adquirido a lo largo de generaciones, os sea reconocido ese derecho de habitar en ella en paz y serenidad, sin el temor -verdadera pesadilla- de ser desalojados en beneficio de otros, antes bien estéis seguros de un espacio vital, que será base no solamente para vuestra supervivencia, sino para la preservación de vuestra identidad como grupo humano, como verdadero pueblo y nación".

En marzo de 1983, el Papa se reunió con las comunidades aborígenes de Quetzaltenango, en los llanos de Olintopeque, en Guatemala, con casi medio millón de personas. Juan Pablo II contaba con información de la Iglesia guatemalteca acerca de numerosas situaciones de apremio que vivían los indígenas y les dice:

"También en este momento la Iglesia conoce, queridos hijos, la marginación que sufrís; las injusticias que soportáis; las serias dificultades que tenéis para defender vuestras tierras y vuestros derechos; la frecuente falta de respeto hacia vuestras costumbres y tradiciones. Por ello al cumplir su tarea evangelizadora, ella quiere estar cerca de vosotros y elevar su voz de condena cuando se viole vuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios; quiere acompañaros pacíficamente como lo exige el Evangelio, pero con decisión y energía, en el logro del reconocimiento y promoción de vuestra dignidad y de vuestros derechos como personas".

En marzo de 1983, visitando las comunidades indígenas en el Parque Blatherskite, en Australia, el Papa señaló que la cultura indígena es una manifestación del genio permanente de la dignidad de la raza. A ellos señaló que "no se puede decir que el reconocimiento leal y justo de los derechos aborígenes a la tierra es una discriminación. Exigir el reconocimiento de los derechos de un pueblo que nunca ha renunciado a esos derechos, no es discriminación. Ciertamente, lo que se ha hecho no puede deshacerse. Pero lo que se puede hacer ahora para remediar lo perpetrado ayer no debe dejarse para mañana".

En enero de 1985 el Papa se reunió en Ecuador con 100.000 indígenas en Lacatunga, ante quienes dijo que la Iglesia comparte su anhelo de "ser respetados como personas y como ciudadanos" pues su dignidad no es menor a la de cualquier otra persona o raza.

En septiembre de 1987, en la localidad de Fort Simpson, en Canadá, reunido con los indígenas Inuit o esquimales Juan Pablo II les dice que él sabe "que las principales organizaciones aborígenes -la Asamblea de las Primeras Naciones Unidas, el Inuit Tapirísat de Canadá, el Consejo Nacional Metis y el Consejo Nativo de Canadá- han entablado conversaciones a alto nivel con el Primer Ministro y con los Ministerios competentes para estudiar los modos de proteger y aumentar los derechos de los aborígenes de Canadá en la Constitución de este gran país. Una vez más afirmo el derecho a una medida justa y equitativa de autogobierno, junto con una base territorial y los recursos adecuados necesarios para desarrollar una economía viable para las generaciones actuales y futuras".

En mayo de 1988, dirá a los indígenas de Santa Teresita, en Paraguay, que él conoce sus deseos de promoción integral y que son justos.

"Ante todo, queréis ser respetados como personas, y que sean reconocidos y tutelados vuestros derechos, tanto humanos como civiles. Conozco los graves problemas que os afectan; en particular, lo que se refiere a tenencia de tierras y títulos de propiedad. Por ello apelo al sentido de justicia y humanidad de todos los responsables para que se favorezca a los más desposeídos".

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