lunes, 6 de junio de 2011

Más de 200 millones de niños en todo el mundo son trabajadores: ¿hasta cuándo?


Más de 200 millones de niños en todo el mundo son trabajadores. De ellos, alrededor de 100 millones trabajan en situación de riesgo y precariedad. El 12 de junio se celebra el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil y la Organización Mundial del Trabajo (OIT) nos invita a “meter un gol al trabajo infantil”.

“Mientras miles de millones de personas estamos atrapado en la emoción del Mundial de fútbol, más de 200 millones de niños están trabajando para la supervivencia. Educación y juego son un lujo para ellos.”, explica el Director General de la OIT, Juan Somavia. Y añade que es necesario seguir avanzando en la erradicación del trabajo infantil.

Sin embargo, ¿el trabajo es siempre negativo? En los países del Norte, muchos padres animan a sus hijos a trabajar en los veranos, repartiendo periódicos, cuidando a niños… También hay niños y jóvenes que trabajan como actores en películas y series de televisión o dedicados al deporte de élite. Y en estas ocasiones no hay problema alguno. Desde Save the Children explican que la diferencia radica en las condiciones de trabajo de los niños y en la calidad de vida de los menores. Así, el trabajo infantil no tiene porqué ir ligado a la explotación, verdadero problema que hay que atajar y acabar con él.

En el Sur, hay cientos de niños que se ven obligados a trabajar para ayudar a sus familias en el campo, a atender el hogar o ayudar en los pequeños comercios… Sin esa ayuda es posible que la familia no pudiese sobrevivir. En estos casos, el trabajo del menor es necesario. Además, al realizarlos, los niños aprenden a asumir responsabilidades, adquieren aptitudes, ayudan a sus familias, incrementan su bienestar y en ocasiones sus ingresos. Con estas actividades los niños y adolescentes contribuyen a las economías de sus países. “Son trabajos de los niños que todo padre o madre alienta”, dicen en la OIT.

El 80% de los niños trabajan en la economía informal y, en muchos casos, les impide ir a la escuela o rendir en sus estudios. Tres de cada cuatro niños que trabajan abandona sus estudios. Todo ello unido a las más diversas formas de explotación en el trabajo: jornadas de más de ochos horas, salarios indignos, tráfico de menores… Esos son los verdaderos riesgos que hay que erradicar.

La pobreza, la falta de educación, la violencia en la familia, la permisividad social, los patrones culturales… son causas de la explotación infantil. De ellas, la educación es uno de los factores más determinantes. En la actualidad, más de 70 millones de niños no tienen acceso a la educación. Ir a la escuela y formarse es fundamental para el desarrollo personal del niño. Un menor que estudia tendrá mejores puestos de trabajo y oportunidades en la vida. Mejorará su alimentación, su higiene, su salud, conocerá sus derechos y los ejercerá… Así, se entra en un círculo virtuoso donde la comunidad también ve mejorar su desarrollo y calidad de vida de sus miembros.

Por ello, es necesario generar alternativas educativas que puedan adaptarse a los niños que se vean obligados a trabajar. Un ejemplo son los “Shiksha Karmi” de la India. Los maestros del proyecto reclutan a jóvenes de las comunidades para darles formación adecuada y poder así enseñar al resto de niños. Estos jóvenes maestros se ponen a disposición de los alumnos y adaptan sus horarios. Así, dan clases nocturnas para los niños que tienen que trabajar para ayudar a la subsistencia de sus familias. En países como Brasil, más de diez millones de familias reciben subvenciones mensuales para que sus hijos vayan a la escuela. En Níger, Guinea o Bangladesh, los colegios ofrecen una comida a los escolares y el índice de niños no escolarizados ha disminuido de manera considerable. Son ejemplos de lo que se puede conseguir apostando por soluciones alternativas. La educación y la formación son la única receta para poder cambiar esta espiral de explotación.

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